martes, 29 de noviembre de 2011

UNA CIUDAD, UN GRABADO

Hace ya años, cómo pasa el tiempo... Pero Nuremberg formó parte del impacto emocional e intelectual que significó para mí la primera visita a la Alemania del Sur. Entramos por Zurich y previa contemplación de las cataratas fronteras, llegamos a la Selva Negra. Los lagos alpinos, los pequeños pueblos de montaña con sus balcones llenos de geráneos florecidos, los verdes del bosque, el aire de las cumbres, los cielos sin nubes preludiaban un encuentro con las grandes ciudades bávaras, y las medianas. No salía de mi entusiasmo. 

Ahora encuentro este viejo grabado de Nvremberga, puede que de Durero, maravilloso. Y me pregunto lo de siempre, el amor que se pone en el arte es proporcional al amor que el arte recibe. 

Envidio los ojos medievales que no pudieron ver el horror de esos años que nunca, desgraciadamente, se despegarán de la piel de esta gran nación, este gran pueblo que es Alemania. Porque ciudades maravillosas como Nuremberg tienen impreso a fuego haber participado en aquella infamia sin redención.


domingo, 27 de noviembre de 2011

EN LA VENTANA

18:30. Domingo 27 de noviembre 2011.

Se acaban de ir Claudia y Rodrigo con sus padres. Me asomo a la ventana. Inmediatamente salgo corriendo en busca de la cámara. Hago estas instantáneas. Me dicen: lloverá mañana. Pero esta belleza, en la ventana, cómo es posible no apresarla... Es que sé que todo lo bello es fugitivo y que el hombre histórico ha querido aprehenderlo desde los inicios. Así las estrellas fugaces, así las noches de luna llena, así los atardeceres, los amaneceres... Hemos mirado tanto tiempo para arriba, en donde pusieron el cielo -¿y el infierno?- cuando nadie se atrevió a decir que el cielo -y el infierno- eran los otros. O sea mucho antes de Sartre, mucho antes de la nihilidad. Por eso esta tarde, hace tan poco, estos carmines, estos púrpuras, estos rojos, estos malvas, esta paleta del sobrecogimiento, oh, sobre el mar de Cádiz, frente a mi ventana...

Espero no haber blasfemado robando las instantáneas del arrebol, las imágenes de esta belleza efímera que es el vivir cotidiano...


                                                                                                                                                      📷 EMS

jueves, 10 de noviembre de 2011

PARIS, CEMENTERIO DE MONTPARNASSE

Nos llevó Mercedes. Creo que salió de ella porque no recuerdo habérselo pedido. Pero Mercedes sabía que me haría muy feliz el poder ir a la sepultura de César Vallejo, mi poeta emocionante. La mañana en París era radiante, como si fuera verdad lo que nos dijo, que habíamos llevado el sol de Cádiz porque desde 1900 no se conocía un septiembre final con esta luz, esta claridad cercana a donde miro. Entré agitado en ese cementerio grande en donde están las sepulturas de Saint-Säens y César Franck, entre otras muchas, como la de Julio Cortázar. París siempre es la otra patria de los que escribimos y soñamos...

Tardamos mucho en encontrar a César Vallejo (en verdad si no es por Macamen, que le preguntó a un jardinero del cementerio, no sé si lo hubiéramos hallado). Yo me tuve que sentar en la sepultura de al lado y poner mis manos sobre la piedra blanca sobre la piedra negra en donde está la parte de acá de Vallejo. Porque Vallejo está en mi casa y en el mundo entero. Está en la inmortalidad de la memoria y del hallazgo. Mercedes y Marina y Macamen y yo nos quedamos mirando lo que escribió Georgette, tan vallejiano. Hicimos las fotos y estuve allí pensando en nada, metido en una pompa de melancolía sin querer irme bajo la frescura de una sombra de árbol o quizá de una cruz alta de piedra que estuviera cercana.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...


Una parte de mi se quedaba allí para siempre, en Montparnasse. Ahora, aquí, pienso en la generosidad de Mercedes y en su amistad verdadera.



J'AI TANT NEIGÉ
POUR QUE TU DORMES

GEORGETTE


















miércoles, 9 de noviembre de 2011

MONTPARNASSE PERO NO, MONTMARTRE...

Subir a Montparnasse es obligado. Primero se entra en la basílica del Sacre Coeur, y se recupera uno de la subida, penosa siempre con sol de París, sentado en uno de los bancos. Se celebraba una eucaristía. Un sacerdote africano presidía. Dos religiosas de voces angélicas cantaban la misa. Había recogimiento, respeto, pese al trasiego de turistas con sus cámaras digitales. Y cuando se sale, bajando la escalinata hacia la antigua iglesia románica, tan humilde, se llega a la plaza en donde están los pintores. Unos pintan ajenos al tráfago, otros esperan vender sus lienzos. Y los bares circundantes venden carísimas las cervezas frías. Desde esa atalaya se descubre el secreto del atractivo de Montparnasse, este París de la altura, discreto, modesto, pueblerino...

Me encantó subir y luego bajar hacia un restaurante del boulevard, donde nos dieron una carne "grillé au point" muy sabrosa, con el vino de la semana, o del día, ya no sé. Un vino del Loira tinto en una pequeña jarra, sí, muy bueno... La pena fue no poder comprar el cuadro, el coche negro, magnífico... Y no me dejaron hacerle la foto, pero ya la había hecho.

Oh, Paris... Siempre Paris...

                                                                                                                                                       📷 EMS


















(Ahora leo a mi amiga Mercedes... Ay, me he confundido con los Monts, me dice... Lo ignoro pero es posible que Montparnasse, a donde me llevó, para rezarle a César Vallejo por la Madre España, para que no caiga -digo, es un decir- dejara una huella tan honda en mi ánimo que Montmartre se abajara a esa altura de París en donde duermen los músicas, los poetas, los prohombres que un día tuvieron la voz y la palabra... Me encanta que cuide por mi la amiga fiel de tantos años, mi siempre cercana Mercedes... Modifico el título, pero sólo un poco... Sonrío...)

jueves, 3 de noviembre de 2011

FERROL, EL FERROL

El viejo Ferrol, la ciudad departamental, hermana de la antigua Real Isla de León y de Cartagena, el trío estratégico de la Armada del Rey de España, se deslizaba por el tobogán de una vieja montaña de Galicia sobre la ría de su nombre. En un extremo, el mar, el viejo puerto; en el contrario la tierra húmeda y fértil de Galicia, sembrada de coles sobre altos tallos, manzanos y maizales... En la orilla a resguardo de ingleses y enemigos, el Arsenal, con los barcos atracados que ahora son de acero pintado de gris y tecnologías pero que durante mucho fueron de grandes velámenes, maderas y jarcias con ventanas con cañones... Si nos detenemos en sus calles de nombres inolvidables -María, Magdalena, Dolores, Real-  podemos oír el inexistente silbido de los contramaestres y las voces de órdenes de los oficiales...

Ese Ferrol recoleto, recogido, alargado y declinante, o ascendente, sobre las faldas del monte que corona Canido y Catabois, tuvo sus días de sol en octubre como sus días de gloria en otros siglos. Las restauradas casas modernistas, las calles, las plazas, la vista de la ría... Conmigo vais, mi corazón os lleva (también yo digo tomando las palabras del poeta de los Campos de Castilla).

📷 EMS


Ferrol, El Ferrol...

TARDE EN MUGARDOS

Sabíamos -quiero decir que habían anunciado que llovería entre las 12 y las 16... Y así fue. Ya por las carreteras de la ría empezaron a caer gotas sobre el cristal, la lluvia fina que nos obligó a poner los parabrisas. Pero esta parte de Galicia es bella en gris y en technicolor, como Galicia entera. El verde gris del otoño o los verdes múltiples de la primavera, con la gama del mar por las rías, y el cielo agrisado o sucio de este tiempo, conforman una de las estampas inolvidables.

Pero también hubo días de sol, de sol más que tibio, y entonces con las hilachas de algodones de las nubes y el azul luminoso, Galicia se viste de gala, es un lujo de la mirada, es un traje que encaja perfecto. Mas en Mugardos llovió sobre el mar, sobre el paseo del muelle, sobre el caserío. Y los mejillones, por lo menos eso, los mejillones, eran los que recordaba de cada vez. Al vapor no tenían parangón. En Mugardos...

📷 EMS